Nace en Dolores (Alicante). Terminado el bachillerato y por consejo del académico Dámaso Alonso se traslada a Barcelona donde cursa Periodismo y Arte Dramático. En el Instituto del Teatro barcelonés tiene como compañero de carrera y amigo a Iván Tubáu, que años después se decantaría también por las letras, llegando a ser profesor de periodismo cultural en la Universidad de Bellaterra. Tras una breve incursión en Teatro con las compañías de Adolfo Marsillach y Amparo Soler Leal y y Enrique A. Diosdado y Amelia de la Torre y tras rodar cuatro películas, entre las que destacan Gaudí y Trigo limpio, con Nuria Espert e Ismael Merlo y decidiendo que lo suyo son las letras, entra a trabajar en Luis de Caralt, Editor, como asesor literario. De esa época son sus primeras publicaciones. Tiempo después compagina este trabajo con el del Diario La Vanguardia. Colabora en revistas y radio y es habitual en los círculos literarios de la época. Sus trabajos en Caralt y La Vanguardia posibilitan el contacto con infinidad de escritores y artistas. Conoce a Virgil Gheorghiu, el de La hora XXV, con el que alcanza una excelente amistad, a Graham Greene, Laszlo Passuth, el de El dios de la lluvia llora sobre Méjico, Elishabeth Szél. Al extraordinario poeta Pablo Neruda, en uno de sus viajes clandestinos,cuando vivía en París. Y a los españoles Ana María Matute, Corredor Matheos, Tomás Salvador, prologuista de su segundo libro de poemas, y tantos otros… Con Elisabeth Szél y su esposo, el director de cine León Klimovsky surge una buena amistad que los lleva a colaborar años después en la adaptación de la obra teatral La tragedia del hombre, del autor húngaro Imre Mádach.
Ya jubilado, se traslada a Águilas (Murcia), frente al Mediterráneo, donde sigue escribiendo y publicando. En su ciudad es cofundador de El Ateneo Aguileño de las Artes y las Letras y en Lorca, con amigos amantes de las letras, cofunda el grupo poético Espartaria.
de tropezar y erguirme de nuevo en los caminos
con un hato de versos enroscado a las alas
tremolando a los vientos, persiguiendo espejismos
de libertad, utopías que, a veces,
torpemente, me hundieron en el polvo
como a turbado ícaro que no sabe equilibrios.
Descubrí que la mano
es inútil, si busca la inmunidad recóndita
del seguro bolsillo,
incapaz de tenderse y entregarse al hermano.
Y supe que la vida y el amor se comparten
para que fructifiquen en los pechos baldíos.
Cada golpe de vida ha sido un martillazo
cincelándome el alma.
Pienso que este bagaje,
que a través de los años adquirí, es positivo
y que hoy puedo enfrentarme al futuro confiado.
No importa si tropiezo y vuelvo al polvo, y vuelvo…
Porque mi afán de hombre habrá de levantarme
setenta veces siete, victorioso y tenaz,
hasta que emprenda el vuelo definitivo y último
que ha de ubicarme ingrávido
en el vórtice mismo del centro de la vida.
***
Tenían
las mañanas de agosto otros destinos
que achicharrarse al sol en las arenas
frente al temblor del agua y sus azules.
Era más lento el tiempo y los relojes
acompasaban, leves, sus latidos
al ritmo de los sueños.
Con un libro de Lorca entre las manos,
bajo un concierto férreo de cigarras,
buscaba entre las dunas a la hembra
casada, infiel, de muslos como peces
y pechos cual jacintos,
para llevarla al mar y sorprenderla
con mi ardoroso junco adolescente.
Era más lento el paso de las horas
y más sabio y certero el onanismo.
***
que el mundo agoniza precisado de amor
y que malvive
bajo la impía férula del odio.
Que sólo es el becerro el que conmueve
las oscuras conciencias de los líderes
y que agostan sus brillos
las cosechas más plenas de la tierra.
No inicies ese gesto en el que asoma
a tus ojos un solapado asombro
como si no supieras de qué hablo
y te sintieses libre y desprendido
del dolor del hermano y sus miserias.
Las desdichas del hombre, recurrentes,
nos atañen a todos.
Que es el mismo navío el que nos lleva.